La historia del cine argentino es una de las más peculiares e interesantes de América Latina. Tras la llegada del cinematógrafo al país en 1896 y la realización del metraje La Bandera Argentina (1897. Dir. Eugenio Py), Argentina se convirtió rápidamente en el primer centro de producción pornográfica del mundo gracias a sus laxas regulaciones relacionadas al cine, siendo El Sartorio (1907. Dir. Anónimo) la película pornográfica más antigua de la que se tenga registro.
Sin embargo, la realización cinematográfica del país pudo desarrollarse más allá de la pornografía. La primera película argumental, El Fusilamiento de Dorrego (1908. Dir. Mario Gallo), demostró a la audiencias las capacidades narrativas del cine. Tanto así, que en 1915 se generó un importante punto de inflexión con Nobleza Gaucha (1915. Dir. Humberto Cairo), una denuncia cinematográfica de las realidades del campo y la ciudad.
Una de las mayores aportaciones históricas argentinas es la primera mujer cineasta de toda América del Sur; Emilia Saleny fue una importante directora y actriz, encargada de la película La Niña del Bosque (1917), la primera producción del país realizada específicamente para niños.
El cine mudo alcanzó nuevos niveles gracias a José Agustín “el Negro” Ferreyra, unas de las figuras más prominentes en la historia del cine argentino, conocido por crear la trama de sus películas al mismo tiempo que grababa. Su estilo visualmente localista y legendaria capacidad de improvisación, entregaron clásicos como La Muchacha del Arrabal (1922), Organito de la Tarde (1925) y Perdón Viejita (1927). Es tanta su importancia, que en 1931 el mismo “Negro” presenta Muñequitas Porteñas, considerada la primer película sonora del país.
La incorporación del audio al cine permitió el inicio de una verdadera industria cinematográfica argentina. Filmes como El Alma del Bandoneón (1935. Dir. Mario Soffici) y La Vuelta al Nido (1938. Dir. Leopoldo Torres Ríos) marcan la madurez que alcanzó el cine en la década de 1930, resultando en la instauración del sistema de estrellas o star-system al comienzo de la década de 1940.
A partir de 1940, el cine argentino se mantiene en constante inestabilidad. Debido a su posición imparcial en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos aplicó diversas sanciones a Argentina, lo que resultó en la suspensión de importación de película virgen, lo que provocó un deterioro de la industria. Hasta que en 1947, se aprobó la Ley de Cine, incentivando la producción de nuevo.
No obstante, en 1955, la dictadura llamada Revolución Libertadora cortó todos los créditos gubernamentales del cine, lo que llevó a que la industria argentina se detuviera por completo durante dos años. Esta situación cambió la producción cinematográfica del país hasta sus cimientos. Poco a poco se apagaron los grandes y contados productores, mientras surgían muchos pequeños productores independientes.
Mientras intentaban recuperarse, los cineastas argentinos se vieron influenciados por los movimientos europeos como la nouvelle vague, y recibieron impulso internacional gracias al éxito obtenido por La Casa del Ángel (1957) de Leopoldo Torre Nilsson. Una vez alejados de los estímulos gubernamentales e inspirados por los cambios sociales de la década de 1960, una nueva camada de cineastas comenzó a explorar nuevas narrativas con temas más sociales, creando así el movimiento cinematográfico “La generación del 60”.
Eventualmente, este impulso económico continuó hasta 1970 y llevó a algunas de las películas más taquilleras del país: El Santo de la Espada (1970. Dir. Leopoldo Torre Nilsson), Juan Moreira (1973. Dir. Leonardo Favio) y Nazareno Cruz y El Lobo, Las Palomas y Los Gritos (1975. Dir. Leonardo Favio).
Para la década de 1980, surge un deseo por señalar y enmendar las injusticias históricas perpetradas por la dictadura militar autodenominada “Proceso de Reorganización Social”, casi siempre representando el sentimiento colectivo en la gran pantalla por medio de familias acomodadas como protagonistas. Los ejemplos más claros son la ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera, La Historia Oficial (1985. Dir. Luis Puenzo) y Esperando la Carroza (1985. Dir. Alejandro Doria).
En 1990 comenzó lo que se conoce como El Nuevo Cine Argentino, una nueva camada de cineastas provenientes de escuelas de cine que contaban historias minimalistas y que se atrevía a jugar más con los géneros cinematográficos. El surgimiento del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) y el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata fueron factores que ayudaron a consolidar este nuevo cine.
Afortunadamente, las mujeres no han dejado de estar presentes en el cine de Argentina, gracias a la presencia de directoras como Eloísa Solaas, Violeta Uman, Albertina Carri y Daniela Cugliándolo. Una de las realizadoras más destacadas fue Lucrecia Martel, cuya ópera prima, La Luciérnaga (2000) fue producida por Pedro Almodóvar y fue un éxito entre la crítica internacional.
Martel continuó su carrera con trabajos como La Niña Santa (2004) y La Mujer Sin Cabeza (2006), al mismo tiempo que la industria argentina experimentó estabilidad en todos los sentidos. Películas como El Bonaerense (2002. Dir. Pablo Trapero) y Crónica de una Fuga (2006. Dir. Adrián Caetano) capturaban la atención del público, hasta que se produjo un nuevo y lógico decaimiento y estancamiento cinematográfico entre 2005 y 2006.
Actualmente el cine argentino continúa siendo uno de los más importantes de América Latina. Durante los últimos años, Juan José Campanella ha dirigido algunas de las películas más exitosas, incluyendo la ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera El Secreto de tus Ojos (2009). Por su parte, Damián Szifron, reconocido creador de la serie Los Simuladores (2002 - 2004) dirigió la película antológica Relatos Salvajes, que se convirtió en un éxito total de taquilla en 2014.
El futuro del cine de Argentina parece tener un panorama sólido. Los nuevos realizadores revaloran los géneros cinematográficos entregando piezas desafiantes que conquistan los festivales de cine internacional que continúan surgiendo en el país constantemente. Lleno de historia, riqueza e importantes aportaciones, el cine argentino se ha ganado su relevancia a pulso y no planea bajar el ritmo en ningún momento cercano.
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